José Vargas.
Texistepec, Ver.
En este municipio del sur veracruzano, una lucha soterrada por el poder ha desembocado en una ola de viol3ncia, mu3rtes y un profundo quiebre social. En el centro de este conflicto se encuentran dos figuras clave: Domingo Flores Álvarez, exfuncionario municipal y líder campesino, y Julissa Millán Díaz, viuda del exalcalde Saúl Reyes Rodríguez, quien aspira a retomar el poder político local a través de la candidatura por el Partido del Trabajo.
Lo que comenzó como un diferendo sobre el control de la ex unidad minera, hoy cedida a la asociación civil “Unidos por Texistepec”, ha escalado a una disputa con tintes políticos, económicos y sociales, donde incluso las estructuras comunitarias más sensibles, como la fe y la ayuda social, han sido puestas en tensión.
“El trasfondo: poder, tierras y minería”
La unidad minera, otrora propiedad de Petróleos Mexicanos, fue entregada en remediación a la asociación que preside Julissa Millán, pero que operativamente dirigía Domingo Flores. Tras el asesinato de Saúl Reyes en diciembre de 2022, esa alianza se rompió, y con ella surgieron las pugnas por el control de los recursos, maquinaria, contratos y, sobre todo, de los beneficios económicos derivados del manejo de materiales como el lodo ventonítico.
Julissa Millán acusa a Flores de apropiarse indebidamente de recursos por más de 25 millones de pesos, mientras que Flores sostiene que ha sido víctima de una campaña para desacreditarlo, incluso responsabilizándolo del asesinato del exalcalde, con quien compartió cercanía política y administrativa.
“Domingo Flores: benefactor o enemigo político”
Pese a las acusaciones que hoy enfrenta, una parte considerable de la comunidad de Texistepec lo reconoce como una figura que brindó apoyo social en múltiples frentes. Desde que asumió el liderazgo de la asociación civil, Flores ha sido señalado como benefactor en sectores donde históricamente el gobierno municipal ha sido ausente.
Según testimonios de pobladores, Flores ha financiado el mantenimiento y construcción de templos religiosos en comunidades marginadas, otorgado apoyos económicos a campesinos en temporada de sequía o cosechas pérdidas, y hasta cubierto gastos médicos y de sepelio para familias sin recursos, ante la negativa de auxilio del Ayuntamiento.
“Nos ayudó cuando mi papá mur1ó. El municipio no quiso dar apoyo para el cajón ni para el traslado al panteón. Don Domingo fue el único que no nos dejó solos”, relató una habitante de una comunidad, durante una asamblea campesina el mes pasado.
En la zona rural también se le reconoce por entregar fertilizantes, herramientas de labranza y combustible para maquinaria agrícola, en momentos en que muchos pequeños productores se enfrentaban al abandono institucional.
“Domingo nunca dejó de apoyarnos, ni siquiera cuando ya no estaba en el gobierno. Él nos ayudó con la bomba de agua de la capilla, y nos llevó médicos voluntarios cuando no había brigadas”, dijo un habitante de una localidad.
Escalada de viol3ncia y la fractura política
El conflicto alcanzó su punto más álgido el pasado 3 de mayo, cuando un enfrentami3nto entre simpatizantes de ambos bandos dejó seis personas h3ridas y once detenidas. El 13 de mayo, Flores fue capturado por la Fiscalía General del Estado, acusado del homicidio de Saúl Reyes, y señalado como presunto responsable del asesin4to de la candidata de Morena, Yesenia Lara Gutiérrez, en un at4que ocurrido apenas días antes.
La detención fue recibida con escepticismo por parte de algunos pobladores, que consideran que las acusaciones tienen un trasfondo político. Otros, sin embargo, la ven como un acto de justicia, en medio de un ambiente donde la impunidad ha sido norma.
La viuda y la unidad minera
Julissa Millán, tras la mu3rte de su esposo, tomó control del proyecto minero y busca retomar la alcaldía. Ha denunciado amen4zas de mu3rte, ha cancelado eventos de campaña, y sostiene que su lucha es por limpiar el nombre de su esposo y restablecer el orden en Texistepec. A pesar de los apoyos que ha recibido, también enfrenta críticas por su cercanía con grupos que, según habitantes, “usan la justicia como venganza política”.
Un pueblo dividido
Texistepec hoy se encuentra en vilo. La viol3ncia ha dejado cicatrices profundas, y con las elecciones municipales del 1 de junio a la vuelta de la esquina, la incertidumbre crece.
En medio del conflicto, los ciudadanos exigen algo básico: justicia, paz y servicios. Muchos de ellos recuerdan que, más allá de colores partidistas, hay necesidades urgentes que han sido ignoradas por años y que solo actores como Domingo Flores supieron atender, aunque ahora cargue con el peso de acusaciones graves.
Mientras tanto, la lucha por el poder, por la mina, por el liderazgo político y por la narrativa de los hechos continúa. Y en el corazón de esa batalla, queda la esperanza de que Texistepec, algún día, pueda sanar.
